“Tenía vocación ha más de treinta años y me movía solo el amor de Dios y la salvación de las almas”
(A merced de Cristo, Pág. 154).

Partiendo de que Dios llama, a cada ser humano, en el momento oportuno a una vocación específica, evocaré en mi reflexión algunos rasgos del proceso vocacional de la Venerable Madre Teresa Toda.

Me llama la atención, los caminos por donde Dios conduce la historia de esta mujer, que es capaz de abrirse al sueño de Dios, sin importar como ha sido su existencia o por donde ha tenido que pasar, o el largo tiempo que ha debido esperar para realizar su ideal de vida.

Con una historia a su espalda: “mujer casada, maltratada y separada, con un esposo desaparecido y verdadera madre para su hija Teresa Guasch, poco a poco fue abriéndose a un camino transformador de su realidad”. Dios entra en su vida, señalándole una nueva forma de situarse con lo que hay en su interior, sin quedarse en lo que le falta, o en el dolor, el fracaso o la ruptura de su propio estado de vida pasado.

Teresa ha tenido una experiencia de “encuentro personal”, un espacio de entrar en sí misma, pero con una posibilidad de salida, de pensar en los otros, un éxodo que la lleva a fijarse en aquellas almas que necesitan salvación. ¿Quiénes? Niños, niñas, jóvenes, mujeres en los que la vida les ha hecho caminar por sendas dolorosas, de soledad e incertidumbre.

¿Dónde está la verdadera felicidad y la fortaleza para medirse a tan gran empresa, sin el “conocimiento” que pide el mundo de su tiempo y la sociedad? Este es un largo tiempo de purificación, de configuración con Jesús, del anonadamiento personal y de la confianza plena en Dios. Es el tiempo del retiro y del silencio para entrar en el misterio de Dios donándose en ella.

Es motivo de alegría compartir esta historia vocacional, que se convierte en esperanza para los huérfanos y pobres y un camino de encuentro con el evangelio de Jesús en lo práctico, que manifiesta que para Dios no hay nada imposible y que la fuerza del Espíritu Santo se hace visible en caminos que parecen intransitables humanamente, vividos en el abandono y la confianza plena, en el verdadero amor.

No puede ser de otra forma más que en la única manifestación del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. En el Hijo descubrió su camino, su verdad y su vida, su maestro, modelo y redentor; el mismo que se manifestó en su propia liberación interior; el Espíritu la impulsa al encuentro con la sabiduría escondida en lo humano, y el Padre, que da vida al huérfano y a la viuda, la centra en actuar misericordiosamente con los huérfanos,… Su vida iluminada por la Santísima Trinidad, la ayudó a realizar su vocación particular de seguir al Señor fundando la Congregación de Hermanas Carmelitas Teresas de San José, después de muchos años de búsqueda, de espera y de perseverancia.

Cada uno de nosotros podemos hacer realidad nuestro proyecto personal de vida, si somos buscadores del querer de Dios, y si nuestro ser y quehacer está centrado en responder a ese querer, a pesar de los obstáculos y contrariedades de la vida. Pues Dios sigue aconteciendo en la historia de las personas creyentes, Él es la luz y el guía verdadero.

Por Hna. Carmen Cecilia Ortiz Díaz